El misterio de Villa de
Cristal
(2ª Parte)
De
pronto, una luz la atravesó cegándome al
instante.
Me costó comprender lo que había pasado. Al cabo de un rato pude
observar que aquella luz no era nada más y nada menos que el propio sol. Estaba
amaneciendo.
Por increíble que parezca, la misteriosa chica
estatua había desaparecido tras el fogonazo de luz.
Miré a
mí alrededor y horrorizado pude comprobar el cuerpo de un hombre sentado en un
rincón, totalmente ensangrentado y con un agujero enorme a la altura del pecho.
Un
hombre que pasó por mi lado se detuvo al verme tan pálido.
-Disculpe,
¿Se encuentra bien? [Dijo posando su mano en mi hombro].
Quería
contestar pero no podía gesticular palabra alguna.
Lo que
más me asombraba era que el hombre no parecía prestarle atención alguna al
chico muerto del rincón.
-¿Qué es
lo que miras tan fijamente? [Preguntó intrigado].
-Pues
eso… [Contesté impactado].
El
cuerpo había desaparecido como por arte de magia. No había nada.
Lo mejor
será que te marches antes de que caiga la noche Pedro. [Dijo muy serio].
No recuerdo
haberte dicho mi nombre. [Contesté estupefacto].
El
hombre se marcho como si nada y desapareció.
Impactado
por los hechos, decidí irme al hotel y descansar un poco hasta quedar con Juan
y explicarle lo sucedido.
Llegué a
mi habitación, me tumbé en la cama y tras un fuerte suspiro, cerré mis ojos y
me deje llevar.
Me
desperté y comprobé el reloj. Eran las 11, una buena hora para mirar y ver que
me daban de desayunar en el hotel.
Me vestí
y Salí de la habitación dispuesto a marchara a por mi desayuno pero estaba
intrigado por el hecho de que todo estaba en silencio. A esa hora es raro que
no se oiga a nadie.
Descendí
las escaleras con un pequeño temor en el cuerpo y tras llegar al comedor la
sorpresa fue aun mayor.
No había
nadie, tan solo un camarero con un gesto poco fiable.
-¿Qué
desea señor? [Preguntó con su mirada siniestra].
-¿Dónde
esta la gente? [Pregunté intrigado].
-Se han
marchado a una visita guiada por el pueblo. [Contestó]. Se ha levantado algo
tarde [Añadió sonriendo].
-Si, la
noche fue muy larga… [Respondí].
-¿Desea
el desayuno?
-Por
supuesto. Me gustaría…
Antes de
que terminara la frase me interrumpió de forma rápida.
-Siéntese
que ya le sacamos el desayuno especial. [Dijo con su sonrisa].
-Gracias
[Contesté asombrado].
En
cuanto me senté otro camarero hizo su aparición.
-Que
aproveche [Dijo mientras se iba].
La
sangre se me heló en segundos al mirar el desayuno.
El baso
estaba relleno de algo rojo y espeso, más concretamente sangre.
En el
sándwich un gusano hizo aparición agujereando la corteza de arriba. Se me
ocurrió abrirlo y estaba completamente infectado de ellos.
Levanté
la cabeza y me sobresalté al ver a alguien sentado en la mesa frente a mí. Era
la chica de la noche anterior, mirándome de nuevo con esos ojos negros de
mirada perdida.
-¿Qué
pasa Pedro, no tienes hambre? [Preguntó con una sonrisa macabra mientras
destapaba su plato].
Su plato
contenía nada más y nada menos que un corazón humano.
-El
próximo será el tuyo. [Dijo enseñándome el corazón].
Mi móvil
comenzó a sonar pero no podía contestar, no podía moverme.
Todo se
volvió borroso y tras unos instantes, desperté.
Estaba
en la cama del hotel y el móvil estaba sonando en la mesilla.
-¿Quién
es?
-Pedro
¿dónde estas metido?
-Hola
Juan, pues estoy en el hotel ¿Por qué?
-Habíamos
quedado para comer, ¿No lo recuerdas?
Miré el
reloj y marcaban las 2 y cuarto de la tarde.
-Lo
siento Juan, no me había dado cuenta de la hora, en unos instantes nos vemos en
la plaza central. [Dije incorporándome rapadamente de la cama].
-De
acuerdo, pero no tardes. [Contestó].
Colgué y
me alivie de que todo lo que había pasado no había sido más que un sueño.
Me vestí
y me marche del hotel que esta vez tenia un ambiente más alegre.
En unos
minutos llegue a la plaza y me encontré con Juan que tenía cara de estar
aburrido de esperarme.
-Hombre,
por fin llegas [Dijo riéndose].
Nos
fuimos hasta el bar más famoso del pueblo. El bar Kraken.
Era el
bar más aclamado por los turistas y habitantes.
-Juan,
ayer me dijiste que me tenías que contar una leyenda sobre este pueblo, ¿Te
acuerdas?
-Es
cierto. [Contestó]. Verás, cuando les dije a mis amigos que venía para acá a
pasar unos días me comentaron la leyenda. No me la creí pero la busque por
Internet y ahí estaba.
De hecho
la imprimí. Tómala.
(La
dama de cristal)
Cuenta
la leyenda, que una noche fría y tormentosa, llegó a la orilla de Villa de
cristal un marinero moribundo. Las grandes olas habían engullido su barco
dejándole totalmente indefenso ante la furia del mar.
En la
orilla lo rescato una muchacha de la
zona y lo llevó para que fuera atendido.
La
chica no se separó de el en ningún momento durante su recuperación. Esto hizo
que surgiera algo entre los dos y más tarde ella se entregara al marinero.
Todo
parecía muy bonito, pero tras su recuperación, decidió partir sin decirle nada
la muchacha y no volver jamás.
Ella
mujer, destrozada por el abandono del marinero, decidió quitarse la vida
dejando consigo una maldición.
El vino
del mar y volvió a el con mi corazón. ¿Fue castigo de Poseidón?
Hasta
que no me devuelva lo que es mío, robaré el corazón de aquel que de mis ojos se
enamore.
En
memoria de la chica se construyó una estatua de cristal idéntica a ella y se
colocó frente al mar.
Desde
entonces cuentan que la muchacha aparece por las calles a partir de la media
noche y todo aquel hombre que va con ella no vuelve a aparecer jamás.
En ese
momento me vino a la cabeza aquella chica y por lo visto, Juan se percató de
que yo sabía algo que él no.
- Pedro,
por tu cara puedo intuir que sabes algo sobre esto ¿Me equivoco?
- Es
posible Juan, pero no te lo puedo decir con exactitud. [Respondí mientras
dejaba el papel en la mesa].
- puedes
contármelo Pedro. Creo que con lo que pasamos en su día no hay nada que me
sorprenda. [Dijo riendo].
Comencé
a contarle todo lo que me había ocurrido y a medida que avanzaba, su cara
mostraba un mayor gesto de asombro.
Una vez
que terminamos de comer y opinar sobre lo sucedido, decidimos pasear para
olvidarlo y contemplar la belleza de Villa de cristal, ya que pese a lo
ocurrido, era un lugar tranquilo y acogedor.
No había
nada más relajante que pararse frente al mar, cerrar los ojos y escuchar el
vaivén de las olas.
Cuando
abrí los ojos, miré lo que, en su día, sería el escenario de aquella triste
historia del marinero y la muchacha.
-
¿Cuántos años habrán pasado? [Pregunté en voz alta mirando al mar].
- Ni
idea Pedro. Lo busqué por un montón de sitios, pero nadie dice la fecha.
- Bueno
Juan, cambiando de tema ¿Cómo es que has venido solo? [Pregunté para dejar de
una vez el tema de lado].
- Iba a
venir con mi hermana, pero al final le surgió algo en el trabajo y me dijo que
no podía venir. Iba a quedarme allí, pero pensé que lo mejor era salir de una
vez y cambiar de aires por unos días. ¿Y tú?
- Ya me
conoces Juan. Me gusta ir de allí para acá de vez en cuando para conocer sitios
y gente nueva. Siempre voy buscando un sitio para relajarme, pero está claro
que los misterios siempre me persiguen [Respondí riendo].
- No
hace falta que me lo jures ¿Alguna vez has tenido unas vacaciones de verdad?
- Las
tuve hasta que terminé el instituto.
- ¿A qué
esperas? Dejemos de mirar el mar y vayamos a ver el resto del pueblo y ya de
paso vayamos a buscar mujeres. Es hora de que tengas unas vacaciones como Dios
manda.
No pude
evitar sonreír y recordar los momentos que pasábamos juntos cuando estábamos en
el instituto. Cuando nuestra mayor preocupación era saber cuantas notas teníamos
suspensas en el boletín del centro.
- Tienes
razón Juan. Vayámonos.
Continuamos
paseando por el pueblo en busca de algo de algo interesante, cuando, de pronto,
encontramos un grupo de gente echando fotos y hablando.
Estaban
fotografiando algo, pero con la cantidad de gente no podía divisar que era.
- ¿Ha
venido algún famoso y no me he enterado? [Pregunté riéndome].
- Tal
vez se trate de la estatua. [Contestó Juan].
No pude
evitar acercarme, colándome entre la gente para descubrir algo que ya imaginaba.
Ahí
estaba de nuevo. Esa dichosa estatua que me había llevando al borde de la
locura en varias ocasiones. Esta vez se veía algo diferente. Estaba claro que
era de cristal, cosa que aquella noche no pude apreciar y a parte, su gesto
parecía algo más triste.
Tras
mirarla a los ojos no pude evitar acercarme. Algo en ella me llamaba.
Lentamente
me fui acercando hasta quedarme justamente frente a ella. Noté que el murmullo
de la gente había cesado.
Según me
contó Juan más tarde. Todos dejaron de hablar y posaron su mirada en mí, ya que
no comprendían lo que estaba haciendo.
Acerqué
poco a poco mi cabeza hacia la suya y, sin tener ningún control sobre mi mismo
y besé suavemente los labios de la estatua.
Apoye mi
cabeza en su hombro y tras unos instantes oí claramente un susurro en mi oído.
- Ya es
tarde, lo has hecho. Nadie se resiste a mis encantos. A media noche te
encontraré y te quitaré tu valioso y enamoradizo corazón.
Fue ahí
cuando comprendí que aquello era algo más que un mito. Mi vida corría peligro y
el tiempo se me agotaba.
© Pedro Ibáñez Béjar
Continuara…
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