Septiembre 2012
Me
podría poner a explicaros el lugar con exactitud, pero siempre he pensado que
eso no es lo importante. Tampoco veo importante la edad, el sexo y las
circunstancias, ya que todo eso no importa a la hora de toparte con algo
paranormal. A cualquiera le podría tocar, incluso a ti querido lector.
¿En serio estas solo ahí? ¿Tienes la absoluta
certeza de que no hay nadie clavando su mirada detrás de ti?
Tan solo
diré que mi nombre es Pedro y que estaba en un hotel en un pequeño pueblo en el
que pretendía pasar mis vacaciones.
Es el momento de coger una vela y, con el siniestro contoneo
de su llama, dejarte guiar por esta historia aterradora.
Era una
noche oscura, se podría decir que más de lo normal. La calle apenas estaba
alumbrada por la tenue luz de la luna.
La gente pasó a ser simples sombras que deambulaban aturdidas por las calles.
Al fondo de la calle se podía ver a alguien
haciendo señas con una linterna que atraía a las sombras y como yo también
había pasado a ser una, acudí.
-Calma
chicos, calma. Ha habido un apagón en el pueblo y estamos intentando
arreglarlo. [Dijo el hombre de la linterna].
-No me
fastidies. ¿Cuánto tiempo va a durar esto? [Preguntó una de las sombras].
En ese
momento un gran jaleo se produjo por una muchedumbre de sombras furiosas.
No se
podía apreciar nada de lo que decían, pero estaba claro que nada era bueno.
Una
especie de bocina hizo que el ambiente
se calmara y se pudiera hablar por fin con claridad.
-Ahora
que por fin he captado vuestra atención, me gustaría que hicierais lo
siguiente: poneos en fila y seguid a mi compañero hasta el albergue para que
nadie se pierda. [Dijo el hombre de la linterna].
En ese
momento, una procesión de sombras vagaba, siguiendo la luz del guardia, haciendo
que aquello pareciera el viaje de las almas por el reino de Hades.
El
ambiente era demasiado siniestro pero suponía que al llegar al albergue todo
cambiaría.
Era el
típico pueblo pequeño en el que todo el mundo se conocía y la gente que lo
visitaba brillaba por su ausencia, así que no era difícil juntarlos a todos en
el albergue.
Cuando
empezamos a divisar el albergue, una luz nos cegó todos. Por fin había vuelto y
ya se veía todo con claridad. El guardia que nos guiaba estaba en un escenario
esperando a que todos entraran. Las sombras por fin dejaron de serlo y se
convirtieron en personas de carne y hueso, incluido yo.
Todo
había dejado de ser tétrico y por fin el guardia decidió hablar con todos allí.
-Damas y
caballeros, bienvenidos a villa de
cristal. No se preocupen por lo que ha pasado, la instalación eléctrica es muy
antigua y ocurre de vez en cuando. Espero que disfruten aquí de sus vacaciones.
Ahora disfruten de la comida que se os ha preparado para estas fiestas.
La gente
ya estaba más relajada y empezaban a hablar unos con otros mientras disfrutaban
de la comida que habían preparado.
Divisé a
una chica preciosa que se encontraba sentada en un escalón del escenario con la
mirada perdida. Parecía estar inmersa en su pensamiento.
Tenía el
cabello castaño, liso y bastante largo, adornado con un sombrero de paja
marrón. Lucía una camiseta negra muy escotada acompañada por una chaqueta
marrón. Llevaba unos pantalones vaqueros muy ceñidos que terminaban bajo unos
tacones de vértigo marrones. Sus ojos azules te cautivaban de una forma jamás
descrita.
No pude
evitar acercarme, pero cuando me estaba cercando, una mano me agarro el hombro e
hizo que me girara.
-Disculpe
buen hombre, me he confundido [Dijo soltando una pequeña sonrisa].
-No se
preocupe señor, esas cosas pasan [Contesté devolviendo la sonrisa].
Volví a
emprender el camino hacia la chica misteriosa, pero me detuve en seco. Ya no
estaba, se había marchado.
Observé
que habían puesto una barra con bebidas de todo tipo y decidí acercarme para
refrescarme con una buena cerveza.
-¿Qué
desea señor? [Preguntó el camarero]
-¿Tiene
alambra de 1925?
-Por
supuesto señor
-Puede tutearme, lo de señor me hace parecer viejo
[Dije soltando una risotada]. ¿Me pone una?
-De acuerdo [Respondió sonriendo]. Son 2.50 chico.
-Aquí
tienes [contesté soltando el dinero en su mano]. ¿Me podrías poner una copa?
-Eso
está hecho [Respondió sonriente]. Aquí la tienes.
-muchas
gracias jefe. [Dije despidiéndome].
Por
mucho que lo intentaba, no podía dejar de pensar en esa chica y sus
hipnotizantes ojos azules, así que decidí pasearme por el albergue a ver si
conocía a alguien interesante.
-¿Pedro?
[Exclamó alguien entre la gente].
Me giré
y comencé a mirar a todas direcciones para ver si se dirigían a mí y así era.
Se trataba de un gran amigo mío con el que terminé el instituto.
-Pero
bueno Juan. ¿Cómo tu por aquí? [Pregunté mientras le abrazaba].
-Me
dijeron que este era un gran sitio para relajarse en vacaciones y aquí estoy.
[Contestó sonriente].
-Me
alegra encontrarte aquí Juan, ya está bien que nos encontremos.
-Pues si
la verdad. Vente a tomarte algo y nos ponemos al día como dios manda.
Comenzamos
a hablar y las horas se convirtieron en segundos, ya que cuando nos quisimos
dar cuenta, la gente se estaba yendo y las luces se aflojaron, indicando que la
fiesta tenía que acabarse.
-¿Conoces
la historia de esta isla Pedro?
-Pues
no, no se nada.
-Con lo
fanático que eres sobre esos temas es muy raro que no estés informado. [Dijo
Juan sonriendo].
Miré el
reloj y vi que marcaba las 6 y cinco de la madrugada, haciendo que Juan y yo
nos mirásemos sorprendidos.
-Bueno
Pedro, creo que es hora de descansar ¿no? Mañana con más tiempo te cuento la
historia.
-Está
bien, yo me voy por esta calle
-yo por
esta [contestó dándome un abrazo]. Mañana nos vemos.
-por
supuesto. Hasta mañana.
Continué
caminando por la calle mirando el paisaje. Casas de piedra antiguas, todo a
malas penas alumbrado.
De
pronto, me frené en seco. Frente a mi, sentada, con la mirada perdida, se
encontraba la chica de la fiesta.
No pude
evitar acercarme. ¿Qué demonios hacia sola en la calle a las 6 de la mañana?
-¿Hola?
[Pregunté con algo de temor].
No
obtuve respuesta alguna. Estaba mirando al suelo inmóvil, parecía que ni
siquiera respiraba.
Posé mi
mano suavemente en su hombro y, sorprendido, vi que estaba helada como el hielo
y no solo eso, también estaba totalmente rígida cual estatua.
Por su
pecho resbalaban unas pequeñas gotas de sangre, pero no había herida alguna.
Tras
comprobarla, me quede estupefacto. Era una estatua, no era ninguna chica.
-Pero,
¿y la sangre? ¿A quién pertenece? [Me pregunté en voz alta].
La miré
fijamente a esos ojos azulados que misteriosamente me iban atrapando.
Era una
estatua demasiado realista, parecía que podía cobrar vida en cualquier momento.
Decidí
avanzar y pasar del tema, pero, al dar unos pasos, escuché un chasquido que
provenía de detrás de mí, acompañado de una respiración entrecortada.
Un frió
intenso se introdujo en mi cuerpo y algo me invitaba a mirar a mi espalda aun
imaginando lo peor.
No me lo
podía creer. Estaba ahí, de pie, inmóvil, mirándome a los ojos fijamente y con
una sonrisa que me helaba la sangre.
Por sus
ojos, su nariz y su boca circulaban unos finos hilos de sangre que le recorrían
el rostro.
Sus ojos
pasaron de ser de color azul cielo, a un negro tan intenso que no dejaba
escapar la luz.
Su piel se
había vuelto muy pálida y su pelo había perdido casi todo el color
Comenzó
a avanzar a paso lento hacia mí, y cada paso crujía de una forma tétrica.
Continuara…
© Pedro Ibáñez Béjar
© Pedro Ibáñez Béjar
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