lunes, 17 de junio de 2013

El misterio de Villa de cristal (1ª parte)


Septiembre 2012

Me podría poner a explicaros el lugar con exactitud, pero siempre he pensado que eso no es lo importante. Tampoco veo importante la edad, el sexo y las circunstancias, ya que todo eso no importa a la hora de toparte con algo paranormal. A cualquiera le podría tocar, incluso a ti querido lector.

¿En serio estas solo ahí? ¿Tienes la absoluta certeza de que no hay nadie clavando su mirada detrás de ti?

Tan solo diré que mi nombre es Pedro y que estaba en un hotel en un pequeño pueblo en el que pretendía pasar mis vacaciones. 

Es el momento de coger una vela y, con el siniestro contoneo de su llama, dejarte guiar por esta historia aterradora.

Era una noche oscura, se podría decir que más de lo normal. La calle apenas estaba alumbrada por la tenue luz de la luna. La gente pasó a ser simples sombras que deambulaban aturdidas por las calles.

 Al fondo de la calle se podía ver a alguien haciendo señas con una linterna que atraía a las sombras y como yo también había pasado a ser una, acudí.

-Calma chicos, calma. Ha habido un apagón en el pueblo y estamos intentando arreglarlo. [Dijo el hombre de la linterna].

-No me fastidies. ¿Cuánto tiempo va a durar esto? [Preguntó una de las sombras].
En ese momento un gran jaleo se produjo por una muchedumbre de sombras furiosas. 

No se podía apreciar nada de lo que decían, pero estaba claro que nada era bueno.
Una especie de bocina  hizo que el ambiente se calmara y se pudiera hablar por fin con claridad.

-Ahora que por fin he captado vuestra atención, me gustaría que hicierais lo siguiente: poneos en fila y seguid a mi compañero hasta el albergue para que nadie se pierda. [Dijo el hombre de la linterna].

En ese momento, una procesión de sombras vagaba, siguiendo la luz del guardia, haciendo que aquello pareciera el viaje de las almas por el reino de Hades.
El ambiente era demasiado siniestro pero suponía que al llegar al albergue todo cambiaría.

Era el típico pueblo pequeño en el que todo el mundo se conocía y la gente que lo visitaba brillaba por su ausencia, así que no era difícil juntarlos a todos en el albergue.

Cuando empezamos a divisar el albergue, una luz nos cegó todos. Por fin había vuelto y ya se veía todo con claridad. El guardia que nos guiaba estaba en un escenario esperando a que todos entraran. Las sombras por fin dejaron de serlo y se convirtieron en personas de carne y hueso, incluido yo.

Todo había dejado de ser tétrico y por fin el guardia decidió hablar con todos allí.

-Damas y caballeros, bienvenidos a  villa de cristal. No se preocupen por lo que ha pasado, la instalación eléctrica es muy antigua y ocurre de vez en cuando. Espero que disfruten aquí de sus vacaciones. Ahora disfruten de la comida que se os ha preparado para estas fiestas.

La gente ya estaba más relajada y empezaban a hablar unos con otros mientras disfrutaban de la comida que habían preparado.

Divisé a una chica preciosa que se encontraba sentada en un escalón del escenario con la mirada perdida. Parecía estar inmersa en su pensamiento.

Tenía el cabello castaño, liso y bastante largo, adornado con un sombrero de paja marrón. Lucía una camiseta negra muy escotada acompañada por una chaqueta marrón. Llevaba unos pantalones vaqueros muy ceñidos que terminaban bajo unos tacones de vértigo marrones. Sus ojos azules te cautivaban de una forma jamás descrita.
No pude evitar acercarme, pero cuando me estaba cercando, una mano me agarro el hombro e hizo que me girara.

-Disculpe buen hombre, me he confundido [Dijo soltando una pequeña sonrisa].

-No se preocupe señor, esas cosas pasan [Contesté devolviendo la sonrisa].

Volví a emprender el camino hacia la chica misteriosa, pero me detuve en seco. Ya no estaba, se había marchado.

Observé que habían puesto una barra con bebidas de todo tipo y decidí acercarme para refrescarme con una buena cerveza.

-¿Qué desea señor? [Preguntó el camarero]

-¿Tiene alambra de 1925?

-Por supuesto señor

-Puede tutearme, lo de señor me hace parecer viejo [Dije soltando una risotada]. ¿Me pone una?

-De acuerdo [Respondió sonriendo]. Son 2.50 chico.

-Aquí tienes [contesté soltando el dinero en su mano]. ¿Me podrías poner una copa?

-Eso está hecho [Respondió sonriente]. Aquí la tienes.

-muchas gracias jefe. [Dije despidiéndome].

Por mucho que lo intentaba, no podía dejar de pensar en esa chica y sus hipnotizantes ojos azules, así que decidí pasearme por el albergue a ver si conocía a alguien interesante.

-¿Pedro? [Exclamó alguien entre la gente].

Me giré y comencé a mirar a todas direcciones para ver si se dirigían a mí y así era. Se trataba de un gran amigo mío con el que terminé el instituto.

-Pero bueno Juan. ¿Cómo tu por aquí? [Pregunté mientras le abrazaba].

-Me dijeron que este era un gran sitio para relajarse en vacaciones y aquí estoy. [Contestó sonriente].

-Me alegra encontrarte aquí Juan, ya está bien que nos encontremos.

-Pues si la verdad. Vente a tomarte algo y nos ponemos al día como dios manda.

Comenzamos a hablar y las horas se convirtieron en segundos, ya que cuando nos quisimos dar cuenta, la gente se estaba yendo y las luces se aflojaron, indicando que la fiesta tenía que acabarse.

-¿Conoces la historia de esta isla Pedro?

-Pues no, no se nada.

-Con lo fanático que eres sobre esos temas es muy raro que no estés informado. [Dijo Juan sonriendo].

Miré el reloj y vi que marcaba las 6 y cinco de la madrugada, haciendo que Juan y yo nos mirásemos sorprendidos.

-Bueno Pedro, creo que es hora de descansar ¿no? Mañana con más tiempo te cuento la historia.

-Está bien, yo me voy por esta calle 

-yo por esta [contestó dándome un abrazo]. Mañana nos vemos.

-por supuesto. Hasta mañana.

Continué caminando por la calle mirando el paisaje. Casas de piedra antiguas, todo a malas penas alumbrado.
De pronto, me frené en seco. Frente a mi, sentada, con la mirada perdida, se encontraba la chica de la fiesta.
No pude evitar acercarme. ¿Qué demonios hacia sola en la calle a las 6 de la mañana?
 
-¿Hola? [Pregunté con algo de temor].

No obtuve respuesta alguna. Estaba mirando al suelo inmóvil, parecía que ni siquiera respiraba.

Posé mi mano suavemente en su hombro y, sorprendido, vi que estaba helada como el hielo y no solo eso, también estaba totalmente rígida cual estatua.
Por su pecho resbalaban unas pequeñas gotas de sangre, pero no había herida alguna.

Tras comprobarla, me quede estupefacto. Era una estatua, no era ninguna chica.
-Pero, ¿y la sangre? ¿A quién pertenece? [Me pregunté en voz alta].
La miré fijamente a esos ojos azulados que misteriosamente me iban atrapando.
Era una estatua demasiado realista, parecía que podía cobrar vida en cualquier momento.

Decidí avanzar y pasar del tema, pero, al dar unos pasos, escuché un chasquido que provenía de detrás de mí, acompañado de una respiración entrecortada.
Un frió intenso se introdujo en mi cuerpo y algo me invitaba a mirar a mi espalda aun imaginando lo peor.

No me lo podía creer. Estaba ahí, de pie, inmóvil, mirándome a los ojos fijamente y con una sonrisa que me helaba la sangre.
Por sus ojos, su nariz y su boca circulaban unos finos hilos de sangre que le recorrían el rostro.

Sus ojos pasaron de ser de color azul cielo, a un negro tan intenso que no dejaba escapar la luz.

Su piel se había vuelto muy pálida y su pelo había perdido casi todo el color
Comenzó a avanzar a paso lento hacia mí, y cada paso crujía de una forma tétrica.

Continuara…

                                                  © Pedro Ibáñez Béjar

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