martes, 22 de octubre de 2013

Habitación 115


Agosto 2016

La historia que aquí relato trata de mi hospedaje junto a mi pareja en un extraño hotel, del cual no daré su ubicación por motivos obvios.

Todo ocurrió el 19 de agosto de 2016. Nos encontrábamos camino de un hotel en el cual habíamos reservado una habitación. La 115. Era un número que nos traía gratos recuerdos de años atrás.


Es el momento de coger una vela y, con el siniestro contoneo de su llama, dejarte guiar por esta historia aterradora.

Íbamos a pasar allí tres días  para relajarnos. No era mucho tiempo, pero con tal de salir de la ciudad y descansar me conformaba.

El trayecto fue lento y bastante pesado. El tráfico parecía no tener fin alguno, mientras que el calor nos invadía de manera incesante.

Cuando llegamos al hotel, cogimos los bártulos lo más rápido que pudimos para entrar lo antes posible.

Allí nos atendió un hombre mayor, el cual, con toda amabilidad, nos acompaño hasta nuestra habitación.

Esta era muy espaciosa y con vistas al mar. No hay nada como despertar, asomarte a la ventana y ver el vaivén de las olas.

Tras hacer unas visitas por la zona y cenar, volvimos al cuarto a descansar después de un día tan agotador.

Me desperté a las cuatro de la madrugada y vi la luz del baño encendida, acompañada de un leve llanto.

- María ¿Estas bien? [Dije incorporándome de la cama].

De pronto, unos brazos rodearon firmemente mi cintura y unos labios se posaron en mi espalda.

- Estoy bien, solo has tenido una pesadilla. [Dijo María intentando relajarme].

Miré de nuevo hacia el baño, el cual se encontraba ya completamente tranquilo y con la puerta cerrada.

A la mañana siguiente, tras levantarme, vi que María seguía dormida y decidí asomarme al balcón para contemplar las vistas.

Dejé la mente completamente en blanco mientras observaba el vaivén de las olas y apenas oí murmullo de la gente de la calle.

Me sobresalté al notar una mano que se posaba con suavidad en mi hombro y me giré al instante.

Me tranquilicé al ver que era María, pero había algo raro en su rostro. Su sonrisa me helaba la sangre.

- Pedro ¿Tú me quieres? [Preguntó con esa macabra sonrisa].

- Por supuesto [Contesté]. ¿A qué viene esa pregunta?

Se apoyó en la barandilla y se quedó contemplando el mar.

- Entonces sígueme [Dijo incorporándose]. Despierta.

En cuestión de segundos saltó la barandilla y se precipitó al vacío.

Todo se volvió negro y, para mi sorpresa, desperté en la cama junto a María, que se encontraba mirándome.

- Pedro ¿Estas bien? [Preguntó extrañada]. Van dos pesadillas en una noche. No es normal en ti.

Quise contestarle, pero no podía, no me salían las palabras, por lo que me levanté, me acerqué a ella, la abracé y la besé.

- Tranquila, estoy bien [Dije por fin tras besarla]. Desayunemos y vayamos a dar una vuelta por ahí, para despejarnos.

Nos bañamos en la playa, fuimos a comer a un restaurante, recorrimos tiendas, cenamos en el centro comercial y finalmente tomamos unas copas en un pub de la zona.

- Creo que es hora de que volamos al hotel Pedro. Después de la noche que pasaste y de todo lo que hemos hecho hoy estarás cansadísimo.

- No te voy a engañar María, estoy hecho polvo.

Fuimos al hotel y al entrar a la habitación vimos que la cristalera del balcón estaba abierta.

- Pensaba que habías cerrado la cristalera Pedro  [Dijo mirándome].

- Y lo hice… Recuerdo haberla cerrado. [Dije acercándome para cerrarla].

En uno de los movimientos que hizo la cortina, debido a una pequeña brisa que venia del exterior, divisé la figura de una mujer apoyada en el balcón mirando el mar.

Corrí la cortina la y salí al balcón para ver de quién se trataba y la sorpresa fue mayúscula. Era María.

- Pero si tu estas aquí ¿Quién es…? [Me pregunté girándome hacia la puerta].

En ese momento pude ver la silueta de una mujer que corría velozmente desde la puerta hasta mí.

Me tapé esperando el inminente impacto que, por suerte o por desgracia, nunca se produjo.

Miré a mi lado y María se encontraba sentada en la barandilla del balcón mirando al suelo de espaldas a la calle.

- Despierta [Dijo dejándose caer hacia atrás].

Me desperté de nuevo sobresaltado. Miré el reloj y vi que, otra vez, eran las cuatro de la mañana.

Pasé toda la madrugada despierto sin poder dormir, pensando en qué podían significar esos sueños.

Decidí salir a tomar el aire, para pensar un poco mientras María dormía, pero para mi sorpresa, la puerta no estaba.

¿Pero qué demonios es esto? [Dije palpando la pared donde antes estaba la puerta].  No puede ser, debo de estar soñando otra vez.

Cuando me giré vi que maría estaba sentada en el borde de la cama y miraba al suelo fijamente.

- Solo hay una salida si quieres volver a encontrarte con ella [Dijo señalando al balcón]. No lo entiendes ¿Verdad Pedro? Jamás saldrás de aquí si no es por ahí.

Me quedé mirándola fijamente sin dar crédito a lo que oía.

- Coge esto y hazlo. [Dijo dándome un colgante]. Despierta.

No se si fue por la falta de sueño, por el agobio de estar encerrado o por la idea de no ver la autentica María, pero arme el valor suficiente para coger carrerilla y, sin pensármelo dos veces, lanzarme por encima de la barandilla.

Todo se quedo negro  y solo oía esa voz.

- Despierta… Despierta… ¡Despierta!

Desperté sobresaltado mirando de un lado a otro mientras María intentaba tranquilizarme.

- Ya hemos llegado al hotel Pedro, te has quedado dormido [Dijo María sonriendo].
Respiré aliviado, sonreí y salí del vehículo. Una vez fuera noté que algo salía de mi bolsillo y caía al suelo.

Me quedé petrificado al ver que se trataba del colgante que me había dado la extraña María.
En ese momento, el hombre mayor del hotel hizo aparición.

- Dime Pedro ¿Quieres repetir en la 115?        


                                                  2013 © Pedro Ibáñez Béjar

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